En este blog he escrito alguna vez sobre la bonanza creativa que vive la ficción televisiva norteamericana. Series de todos los colores y géneros que se han aupado a lo mas alto de la pirámide creativa. No es extraño leer a muchos críticos afirmar que el mejor cine actual se puede ver en series como Los Soprano, A dos metros bajo tierra, The Shield , Mad Men o The Wire. La clave del éxito artístico y comercial de estas series radica en la parte fundamental del proceso creativo: los guiones. Por supuesto, a ese aspecto hay que añadirle el acierto en los castings, una dirección artística impecable y algunos ingredientes más. Pero lo que más reconforta es comprobar que sigue habiendo muchas personas que se estrujan la materia gris enfrentándose al folio en blanco para inundar este mundo con historias originales, atrayentes y sumamente entretenidas.
Ahora estoy prendado con Breaking Bad. Esta serie me tiene noqueado. El planteamiento es el siguiente. A un profesor de química que tiene dos trabajos para mantener a su familia (mujer embarazada e hijo con paralisis cerebral) le diagnostican un cáncer de pulmon terminal. Ahí tenemos a un personaje al puto borde del abismo. Una persona que no fuma y tiene la maldita suerte de tener un cáncer. Un loser. Para él no existe el futuro. Es el aquí y ahora. Para dejar el futuro económico de su familia medianamente asegurado al buen hombre se le ocurre fabricar y vender metanfetamina asociándose con un ex alumno, un auténtico cabeza de chorlito siendo generosos.
Partiendo de esa brutal premisa la serie te zarandea igual que la vida hace con su personaje principal. Te entretiene, jamás me canso de reivindicar el aspecto lúdico de las series, a la vez que te hace pensar y logra que te retuerzas observando lo frágiles que somos y las injusticias que nos rodean. Consigue que empatices con ese loser que todos llevamos dentro y que te regocijes cuando alguno de esos winners tan jodidamente pagado de si mismo obtiene su merecido castigo. De momento he terminado la primera temporada y ya solo con eso la sitúo entre lo más grande que he visto en la televisión. Espero la segunda con verdaderas ansias.
Lo curioso del caso es hace meses que vi parte del episodio piloto pero, en esta maraña de sueño continuo que me envuelve en cuanto mi culo toca el sofá, no lo vi terminar. Y lo olvide. Recientemente lo he recuperado, ya en mejor forma sin que mis parpados tuviesen que luchar y puedo asegurar que el episodio piloto de Breaking Bad es junto al de Dexter uno de los más impactantes que he visto. Y es que este primer episodio echa el resto. Un inicio rompedor, poniendo el listón tan alto que incluso puedes pensar que solo te queda bajar. Pero afortunadamente los guionistas dan con la clave y nos regalan uno de los personajes más atractivos que han pasado por la pequeña pantalla. Bryan Cranston, el actor que encarna a Walter White ha recibido el regalo de un personaje complejo y muy atractivo y le sabe sacar partido ofreciéndonos una interpretación que pasará a la historia de la televisión porque hace creíble la desesperación, el amor, la vulnerabilidad, las paradojas, la ira, el rencor todo, lo hace creíble todo.