El mes pasado fue de machaque constante con el tema Obama. La gran esperanza para unos. El gran batacazo para otros. La inevitable decepción para la mayoría… El día de su investidura estaba en casa hecho polvo con una gastroenteritis cojonuda y vi su discurso completo. Algo más de 19 minutos de gran oratoria, de bonitas palabras, de música celestial para muchos norteamericanos. Pero sólo eso palabras. Y a las palabras muchas veces se las lleva el viento, un viento huracanado en ocasiones.
En todo este asunto me temo que lo único destacable va a ser que un negro sea presidente. Y cuando eso se toma como un gran logro es que venimos de algo muy chungo, muy vergonzoso, de una realidad catastrófica. Escaso botín para un país que necesita la intervención de un gobierno que no sea corrupto y que busque el bienestar de la gente. Por que eso es lo que tienen que hacer los gobiernos, no? Menudo ingenuo soy.
Y todo esto me viene releyendo lo siguiente: En 1937, Carole Lombard era la actriz mejor pagada de Estados Unidos y pagaba en impuestos 397.575 dólares de sus ingresos totales, que eran de 465.000 dólares. Ferviente seguidora de Franklin Delano Roosevelt decía: “Me gusta este país. Me gustan sus parques y sus carreteras, las buenas escuelas y todo lo que hace este gobierno. Después de todo, hasta el último céntimo que pagamos de impuestos beneficia al país. Yo no necesito 465.000 dólares para mí, por tanto ¿por qué no pagar al gobierno para que mejore nuestra nación? No creo que haya un modo mejor de gastarlo”.
Interesantes a la vez que ingenuas palabras las de la Lombard. Desconozco qué debate produciría en su época. Supongo que algunas personas la tacharían poco menos que de comunista. Pero, ¿no es de sentido común todo lo que dice? Se atreverá Obama a cosas así con los impuestos. Lo dudo.