Pongo la televisión y veo sorprendido que transcurridos más de seis minutos España vence a Estados Unidos de seis puntos. Estamos al comienzo pienso. Pero casi hora y media después la selección española de baloncesto sigue ahí. A escasos dos minutos del final perdiendo sólo de cuatro. Finalmente la diferencia es de once en un resultado demasiado abultado para lo que se ha visto en la cancha y mediatizado con dos faltas ténicas que suponen cuatro puntos para USA.
El baloncesto es mi deporte favorito y casi el único que me mantiene frente al televisor. Desde que me aficioné a este juego a mediados de los ochenta he visto grandes partidos. Los duelos a muerte entre Lakers y Celtics en la NBA, las exhibiciones de Jordan con los Bulls, la final del Eurobasket del 95 entre Yugoslavia y Lituania, todo un monumento al basket ofensivo... Bien, sin riesgo a equivocarme, el partido de ayer está junto todo lo antes mencionado entre lo mejor que ha conocido este deporte.
Y lo que ha logrado la selección española de baloncesto en los últimos años tiene un gran mérito. Lo de ayer huele a magnífico colofón. Una generación de jugadores extrovertidos, valientes y con un talento descomunal que han sabido divertirse sobre la cancha y transmitir su pasión por este deporte. Ayer Estados Unidos tuvo que jugar al 100% para ganar el partido. Es más algunos jugadores mostraron el nivel que suelen mostrar en los play offs de la NBA. Sin Bryant, Wade o Chris Paul a tope jamás lo hubiesen podido conseguir. Y eso otorga mayor mérito todavía a la selección española.