Nunca fui un buen estudiante. Jamás tuve la perseverancia ni la constancia necesarias para serlo. Acudía a la biblioteca de mi pueblo y en lugar de aposentarme en las salas de estudio me ubicaba en la zona de consulta. Podía estar cuatro horas en la biblioteca pero estudiando como mucho hora y media. El resto los dedicaba a buscar la novela que quería leer o a consultar el diccionario de actores y directores.
En mi época universitaria era un asiduo lector de novelas. Con facilidad caían cuatro o cinco al mes. Pero hace tiempo que deje la ficción a un lado. Con la excepción de cada nueva novela de Paul Auster y algunas novelas en euskera, últimamente sólo leo biografías sobre músicos y actores. Algunas de ellas me han parecido tan buenas y tan excitantes como leerse Crimen y Castigo. Jamás me cansaré de recomendar la biografía escrita por Lee Server sobre Robert Mitchum.
Actualmente estoy leyendo Conversaciones con Al Pacino escrito por el periodista Lawrence Grobel, el autor de la increíble entrevista a Brando en su isla privada. Es un libro muy ameno en el que Pacino nos habla de forma apasionada sobre Shakespeare, su vida, el teatro y el cine. Y aunque hace tiempo que Al Pacino no nos vuela la cabeza con ninguna interpretación potente es un placer conocer sus opiniones y su perspectiva de la vida.
En 2001 Al Pacino participó en El arte de la entrevista un seminario dirigido por Grobe. En él los estudiantes de la universidad de UCLA tuvieron la suerte de preguntar a Pacino lo que quisieran . Uno de los estudiantes le preguntó sobre el cine y tetro, por qué se inclinaba más por este último. Me gusta la respuesta de Pacino:
Si eres equilibrista, tu trabajo es caminar por la cuerda floja. Tienes que subir, y si te caes, !eso es el teatro! En las películas hay cuerda, pero está en el suelo. Esa es la diferencia. Cuando estás en un escenario, tu cuerpo cambia. La química de tu cuerpo cambia para sobrellevarlo. La vida que se lleva en el cine es una experiencia distinta. No es que tenga menos de arte ni de oficio. Son dos cosas distintas. Cuando el teatro tiene la fuerza suficiente, puede alterar el curso de tu pensamiento o tu manera de pensar y de ver las cosas. Se comienza saboreando las palabras. Tratas de apropiártelas. Les sirves, y ellas, a su vez, te sirven a ti.