Ayer fui al Teatro Arriaga en Bilbao a ver La Revista negra una comedia musical dirigida por Jérôme Savary. Creo que es la cuarta vez que voy al teatro en mi vida y salí pletórico tras asistir a una representación divertida, entusiasta y que te hace pensar.
La función arranca en las jaulas del zoo del Jardin des Plantes, donde en 1932 tuvo lugar una exposición sobre las tribus africanas que visitaron más de un millón de personas. En la siguiente escena pasamos a New Orleans en 2005. En las ruinas de la ciudad nos encontramos con un pianista de jazz y un cantante de gospel que buscan sus pertenencias bajo el agua. A éstos se les suma un productor de espectáculos francés que está buscando a una nueva Joséphine Baker.
Josephine Baker fue la protagonista de La revue nègre, un espectáculo estrenado en París en 1923. La cantante aparecía con un cinturón de plátanos secundada por músicos de jazz y bailarines afroamericanos. En aquella época en el Estado francés a diferencia de en Estados Unidos no regían las leyes que impedían a la población negra entrar en bares y el espectáculo de la Baker era recibido con entusiasmo por los parisinos.
La función dirigida por Savary es un es un compendio de la historia de la música negra, la esclavitud y las diferencias culturales entre Francia y Estados Unidos. Se pueden ver impresionantes números de claqué, blues, jazz o música africana. La coreografía es magistral y todos los números se hacen amenos. Mención especial merece el narrador, ese músico de jazz que está buscando su piano bajo los restos del Katrina. El actor Miquel Angel Ripeu lo borda, destacando su voz, tan importante en el teatro.
No me puedo olvidar del trasfondo social y político. Hay referencias a la situación actual de la población negra de New Orleans y a la política segregacionista que sufrió la población de color en EE.UU hasta 1956. Tanto a través el narrador como de las imágenes que se muestran en el decorado hay pinceladas sobre el Ku Klux Klan, Martin Luther King y las ruinas que provocó el Katrina.
Y qué decir de la música. En la representación suena ese jazz de New Orleans que levanta hasta al más frío de los seres humanos. Vitalista, contagiosa y deliciosamente interpretada esta comedia termina con una emotiva declaración de amor a una ciudad: New Orleans forever!