De esta forma se gestó uno de los debuts más impresionantes de la historia del rock: Appetite for destruction. Axl Rose, Slash, Duff McKagan, Izzy Stradlin y Steven Adler juntaron toda su experiencia angelina en un cóctel explosivo que aglutinaba rock´n roll clásico, hard rock sucio y una urgencia claramente punk. Y es que a pesar de que el sonido no encaja en el estilo en el que destacaron Sex Pistols, Ramones o The Clash su agresividad y la forma en que el grupo lo interpreta lo liga ineludiblemente a ese tipo de música.
El comienzo con la histérica voz de Axl Rose “Welcome to the jungle, we got fun´n games, we got everything you want…" nos lleva a un viaje por la parte mugrienta de Los Angeles a través de los tres pilares básicos, tal vez muy sobados, pero que en este disco vuelven a ser reales: sexo, drogas y rock´n roll. A raudales además. Las doce canciones del disco están al mismo nivel. No hay lugar para el relleno. Aquí nos encontramos a cinco músicos en la misma onda y con las mismas inquietudes.
A pesar de que las ventas del Appetite supera los 30 millones de copias le costó arrancar, al menos un año en Estados Unidos y algo más en Europa. Sweet Child O´Mine catapultó al disco a lo más alto de las listas yanquis y a partir de ahí otras como My Michelle, Mr. Brownstone o Nightrain hicieron posible que la a menudo blandengue década de los 80 finalizase con suciedad y provocación a mansalva. Bien entrado el año 90 llegó a mis manos el vinilo y a partir de ahí el huracán Guns N´ Roses barrió todo lo que pilló a su paso.